De acuerdo a un artículo firmado por Ignacio Serrano y publicado en el diario ABC de España titulado "Perú cuna del Punk", los Saicos habrían sido los creadores del género.
El “punk-rock” no nació angloparlante. Surgió el año 1964, en Lima, donde cuatro jóvenes formaron Los Saicos. Casi medio siglo después, el Funtastic Dracula Carnival de Benidorm ha sido testigo de su reunión.
Mientras los Beatles desembarcaban en EEUU, levantando el imperio del pop a golpe de mojigatería con Quiero coger tu mano, miles de kilómetros mas al sur, en una barriada de Lima, cuatro jóvenes aterrorizaban al público peruano con una música nunca antes tocada, provocadora, violenta, sórdida, salvaje, avivada por gritos y alaridos casi animales, cuerdas retorcidas hasta el límite y letras que hablaban de asesinatos pandilleros, de fugas carcelarias, de volar estaciones de tren, de incendiar, demoler, destruir y matar. “Era indudablemente diferente a lo que otros estaban haciendo, y nos sabíamos creativos por ello”, nos cuenta su vocalista Erwin Flores, ya convertido en leyenda. Desconcertante anomalía en el orden natural de la evolución del rock. Los Saicos protagonizaron uno de los capítulos más insólitos y fascinantes de la historia de la música popular cuando, en 1964, reventaron la cronología de géneros anticipando el nacimiento del punk más de una década, para después quedar relegados al olvido durante casi medio siglo.
No debe extrañar, pues, que de ellos se haya dicho que son
“el secreto mejor guardado de los sesenta”.
No existía nada parecido en una etapa tan temprana del rock y nadie había practicado un vandalismo sonoro similar a temas como Demolición, El entierro de los gatos, Salvaje, Camisa de fuerza o Fuga de Alcatraz. Auténticas bestialidades a las que no pueden encontrarse influencias previas, lo que convierte a Los Saicos en un fenómeno que aún hoy se antoja casi inexplicable para los críticos.
Como James Dean
Tampoco Flores lo tiene fácil para explicar de donde salió aquel engendro y cómo se convirtieron en el primer grupo que tuvo la idea de “atacar” a su audiencia con semejante agresividad (no en vano comenzaron llamándose Los Sadicos): “Yo creo que viene de James Dean, que siempre tenía que pelear con alguien en sus películas, como en Rebelde sin causa. Nosotros nos creíamos unos muchachos muy rudos, pero en realidad solo corríamos MUY rápido por las calles de Lima con los autos de nuestros viejos. Nuestra música posiblemente obedecía al mismo síndrome”.
Sus integrantes nunca pensaron en que tocaban punk, ni siquiera puede decirse que lo originaran, pues no se sintieron
“aludidos” cuando el movimiento estalló en el 77, y las bandas surgidas dicho año no recibieron ninguna influencia de ellos.
“Pero definitivamente eran una banda punk”, es la conclusión de expertos en la materia como el periodista John Hollstrom y el músico y realizador Don Letts, o de grupos del género como Iggy Pop o Lux Interior, que en su momento afirmaron que, a pesar de no haberlos descubierto hasta muchos años después de comenzar sus carreras, reconocieron en ellos a los “verdaderos pioneros”.
Un silencio de muerte
“Sinceramente, nunca relacionamos lo nuestro con el punk que vino luego”, admite Flores. “En el 77 yo estaba tocando salsa… Ni siquiera estoy seguro de que lo nuestro fuese punk, quizá proto-punk. Nuestra música era un poco más estructurada. Nuestros gritos, por ejemplo, siempre tienen un propósito musical. Ahora, que para hacerlos tienes que estar medio loco
o totalmente chiflado… eso es otra historia”.
¿Y cómo pudo ser entendida y tolerada una banda así en la sociedad peruana del 64? Flores lo achaca a que “el ambiente político en Perú era liberal, y el ambiente social aún más. Yo creo que la gente nos encontraba divertidos más que nada, excepto por unos cuantos desajustados que se lo tomaban en serio”.
El caso es que, a pesar de su inusual y desafiante propuesta, se convirtieron en héroes. “Mi hermano Harry -relata Flores- trajo a un ensayo a un amigo suyo que era un disk-jockey bastante popular, quien decidió meternos “de contrabando” en el Festival de la Cadena de Comentaristas de discos del Perú, donde la industria musical se reunía anualmente para premiar a los mejores de cada cosa. Tocamos Come On, y al terminar, se cernió sobre el teatro un silencio de muerte. Pensábamos que habíamos hecho una cagada total; pero la audiencia entera se alzó en pie gritando y aplaudiendo. Salimos de ahí con contratos de discos y televisión”.
El bienio 64-65 fue un paraíso para Los Saicos. “Llenábamos los teatros y la gente gritaba desde que entrábamos hasta que salíamos. Además estuvimos en la tele prácticamente cada semana”. Pero, como mandan los preceptos punk, la criatura murió joven. En 1969, Flores trató de reunir a la banda, pero “fue una estupidez”, todo había cambiado. Así que se fue a trabajar a la NASA –casi todo en esta historia es inverosímil-, tocó ritmos tradicionales ocasionalmente, y vio cómo el polvo se acumulaba sobre el legado de Los Saicos.
Bajar la ola grande
Un buen día, sin embargo, se volvió a hablar de ellos. Aunque entre los freaks del vinilismo sesentero siempre ha sido un grupo de culto, no fue hasta el año 2002 cuando resucitó la saicomanía. Un fanzine peruano les entrevistó ante su sorpresa, y poco después, uno de ellos aparecería en televisión hablando de la historia de la banda.
Pronto fueron apareciendo versiones de aquí y allá, y la fiebre se internacionalizó cuando el sello español Munster editó sus singles, allanando el camino para este regreso que ha puesto los dientes largos incluso a los actuales reyes del garage-punk, los Black Lips, que los idolatran. “Nos han llamado para hacer algo juntos”, dice Flores, pleno de orgullo aunque algo apenado, ya que uno de Los Saicos, Rolando Carpio, falleció justo antes de que resurgiese la saicomanía. “Me da mucho más bronca que pena”, dice Flores. "Es una pérdida irreparable, especialmente ahora que volvemos a los escenarios. Es una pena porque ahora estamos tan felices que no cabemos en nuestro pellejo. Este regreso es como bajar una ola grande, bien grande, a puro pecho, sin tabla ni nada”.
El “punk-rock” no nació angloparlante. Surgió el año 1964, en Lima, donde cuatro jóvenes formaron Los Saicos. Casi medio siglo después, el Funtastic Dracula Carnival de Benidorm ha sido testigo de su reunión.
Mientras los Beatles desembarcaban en EEUU, levantando el imperio del pop a golpe de mojigatería con Quiero coger tu mano, miles de kilómetros mas al sur, en una barriada de Lima, cuatro jóvenes aterrorizaban al público peruano con una música nunca antes tocada, provocadora, violenta, sórdida, salvaje, avivada por gritos y alaridos casi animales, cuerdas retorcidas hasta el límite y letras que hablaban de asesinatos pandilleros, de fugas carcelarias, de volar estaciones de tren, de incendiar, demoler, destruir y matar. “Era indudablemente diferente a lo que otros estaban haciendo, y nos sabíamos creativos por ello”, nos cuenta su vocalista Erwin Flores, ya convertido en leyenda. Desconcertante anomalía en el orden natural de la evolución del rock. Los Saicos protagonizaron uno de los capítulos más insólitos y fascinantes de la historia de la música popular cuando, en 1964, reventaron la cronología de géneros anticipando el nacimiento del punk más de una década, para después quedar relegados al olvido durante casi medio siglo.
No debe extrañar, pues, que de ellos se haya dicho que son
“el secreto mejor guardado de los sesenta”.
No existía nada parecido en una etapa tan temprana del rock y nadie había practicado un vandalismo sonoro similar a temas como Demolición, El entierro de los gatos, Salvaje, Camisa de fuerza o Fuga de Alcatraz. Auténticas bestialidades a las que no pueden encontrarse influencias previas, lo que convierte a Los Saicos en un fenómeno que aún hoy se antoja casi inexplicable para los críticos.
Como James Dean
Tampoco Flores lo tiene fácil para explicar de donde salió aquel engendro y cómo se convirtieron en el primer grupo que tuvo la idea de “atacar” a su audiencia con semejante agresividad (no en vano comenzaron llamándose Los Sadicos): “Yo creo que viene de James Dean, que siempre tenía que pelear con alguien en sus películas, como en Rebelde sin causa. Nosotros nos creíamos unos muchachos muy rudos, pero en realidad solo corríamos MUY rápido por las calles de Lima con los autos de nuestros viejos. Nuestra música posiblemente obedecía al mismo síndrome”.
Sus integrantes nunca pensaron en que tocaban punk, ni siquiera puede decirse que lo originaran, pues no se sintieron
“aludidos” cuando el movimiento estalló en el 77, y las bandas surgidas dicho año no recibieron ninguna influencia de ellos.
“Pero definitivamente eran una banda punk”, es la conclusión de expertos en la materia como el periodista John Hollstrom y el músico y realizador Don Letts, o de grupos del género como Iggy Pop o Lux Interior, que en su momento afirmaron que, a pesar de no haberlos descubierto hasta muchos años después de comenzar sus carreras, reconocieron en ellos a los “verdaderos pioneros”.
Un silencio de muerte
“Sinceramente, nunca relacionamos lo nuestro con el punk que vino luego”, admite Flores. “En el 77 yo estaba tocando salsa… Ni siquiera estoy seguro de que lo nuestro fuese punk, quizá proto-punk. Nuestra música era un poco más estructurada. Nuestros gritos, por ejemplo, siempre tienen un propósito musical. Ahora, que para hacerlos tienes que estar medio loco
o totalmente chiflado… eso es otra historia”.
¿Y cómo pudo ser entendida y tolerada una banda así en la sociedad peruana del 64? Flores lo achaca a que “el ambiente político en Perú era liberal, y el ambiente social aún más. Yo creo que la gente nos encontraba divertidos más que nada, excepto por unos cuantos desajustados que se lo tomaban en serio”.
El caso es que, a pesar de su inusual y desafiante propuesta, se convirtieron en héroes. “Mi hermano Harry -relata Flores- trajo a un ensayo a un amigo suyo que era un disk-jockey bastante popular, quien decidió meternos “de contrabando” en el Festival de la Cadena de Comentaristas de discos del Perú, donde la industria musical se reunía anualmente para premiar a los mejores de cada cosa. Tocamos Come On, y al terminar, se cernió sobre el teatro un silencio de muerte. Pensábamos que habíamos hecho una cagada total; pero la audiencia entera se alzó en pie gritando y aplaudiendo. Salimos de ahí con contratos de discos y televisión”.
El bienio 64-65 fue un paraíso para Los Saicos. “Llenábamos los teatros y la gente gritaba desde que entrábamos hasta que salíamos. Además estuvimos en la tele prácticamente cada semana”. Pero, como mandan los preceptos punk, la criatura murió joven. En 1969, Flores trató de reunir a la banda, pero “fue una estupidez”, todo había cambiado. Así que se fue a trabajar a la NASA –casi todo en esta historia es inverosímil-, tocó ritmos tradicionales ocasionalmente, y vio cómo el polvo se acumulaba sobre el legado de Los Saicos.
Bajar la ola grande
Un buen día, sin embargo, se volvió a hablar de ellos. Aunque entre los freaks del vinilismo sesentero siempre ha sido un grupo de culto, no fue hasta el año 2002 cuando resucitó la saicomanía. Un fanzine peruano les entrevistó ante su sorpresa, y poco después, uno de ellos aparecería en televisión hablando de la historia de la banda.
Pronto fueron apareciendo versiones de aquí y allá, y la fiebre se internacionalizó cuando el sello español Munster editó sus singles, allanando el camino para este regreso que ha puesto los dientes largos incluso a los actuales reyes del garage-punk, los Black Lips, que los idolatran. “Nos han llamado para hacer algo juntos”, dice Flores, pleno de orgullo aunque algo apenado, ya que uno de Los Saicos, Rolando Carpio, falleció justo antes de que resurgiese la saicomanía. “Me da mucho más bronca que pena”, dice Flores. "Es una pérdida irreparable, especialmente ahora que volvemos a los escenarios. Es una pena porque ahora estamos tan felices que no cabemos en nuestro pellejo. Este regreso es como bajar una ola grande, bien grande, a puro pecho, sin tabla ni nada”.